Personajes: Ana Rivas y Teresa García, entre otros.
Autor: natyxg
Notas:
El siguiente fanfic está inspirado en los ya mencionados personajes de Amar en Tiempos Revueltos. Son personajes a los que le tengo mucho cariño y cuya historia se me sintió incompleta, por lo que decidí, poco a poco, contar cosas de ellas que sentí se quedaron sin contar.
Los personajes le pertenecen a Diagonal TV, RTVE y otros tantos que seguro ni conozco. Si quieren ver su historia completa en pantalla, pueden hacerlo en http://www.rtve.es/television/amarentiemposrevueltos.shtml . Sus temporadas son la 4ta y la 5ta, y un tramo de la 7ma.
La siguiente historia comienza luego del final de la 5ta temporada. En mi versión, sin embargo, hay cosas diferentes a lo que vimos en pantalla en los últimos capítulos. Ya ya irán quedando claras las diferencias. Creo que la mayor diferencia es que Teresa no se acostó con Héctor antes de irse con Ana a Santander.
Este es mi primer fanfic, así que ténganme paciencia (y a Teresa). Lo hago con mucho amor y se lo dedico a mis amigas del foro de foroamar.foroactivo.com, fusión, madrid y Junco. Espero que les guste.
PARTE 1
CAPÍTULO 1: "La llegada"
CAPÍTULO
1: "La llegada"
El
mar no siempre se ve azul.
Ana
lo notó la primera vez que lo vio, durante su primer viaje con su
familia a Santander. Apenas tenía siete años, y todo se sentía
gigante.
Marta
había preferido quedarse en la casa organizando su armario y sus
cofres de joyas. Ramón había salido a arreglar unos asuntos suyos,
asuntos de mayores sobre los cuales no se le dan muchas explicaciones
a los niños. Encarna, ante la insistencia de Ana, había bajado con
ella a la pequeña playa privada que quedaba casi en el patio de su
casa. Juntas, mano en mano, habían caminado un rato por la playa.
Ese
día el cielo estaba nublado y mustio, y el mar, en vez de amigable,
parecía parecía triste. Ante los ojos curiosos de Ana, ese día el
mar no era azul como solían decir sus libros.
"El
mar refleja al ánimo del cielo, querida", le contestó Encarna
con una sonrisa. Y Ana se preguntó, entonces, por qué a veces el
cielo está triste.
"Al
menos hoy el mar parece alegre." La suave voz de Ana sale por la
ventana abierta por la que mira, y es llevada por el viento.
Hoy
el cielo santanderino reluce su más bello color azul. Los pájaros
vuelan alegremente. La brisa es fresca y el paisaje agradable. A lo
lejos, la playa del Sardinero está llena de vida y alegría.
Hoy
es un buen día para soñar. Es eso lo que Ana hace mientras mira por
la ventana y por momentos recuerda. Para ella el silencio dentro del
coche conducido por Dionisio no es incómodo ni preocupante porque al
final Teresa vino con ella y Ana, por primera vez en mucho tiempo, se
permite a sí misma a tener esperanza.
Teresa
acaba de dejar a Héctor.
Recostada
en su propia ventana, al extremo opuesto de Ana, Teresa mira (sin
mirar realmente) el paisaje, y juega con el anillo en su dedo anular.
Teresa
acaba de dejar a Héctor para irse a cuidar a Ana.
"¿Cómo?"
Pregunta Teresa, sacada de sus propios pensamientos al escuchar la
suave voz de Ana.
"Nada.
Que el día está precioso hoy. Parece un buen día para comienzos,
¿no crees?" La mirada de Ana es penetrante y sus palabras
esconden una tímida pregunta que Teresa no sabe cómo contestar.
"Sí,
sí, sí. Precioso. Las fotos no le hacían justicia."
"Deja
que bajes a la playa, te va a encantar." Ana, sonriente, le
agarra la mano a Teresa y, sin soltársela, mira de nuevo por la
ventanilla. . El gesto es cariñoso e inocente, pero para Teresa es
como si su mano ardiera.
Teresa
recuerda lo que alguna vez hicieron esas manos.
La
mano de Teresa suda dentro de la de Ana. Cuando el dedo de Ana
acaricia los suyos, Teresa súbitamente aleja sus mano de la de Ana
para hacer el amago de buscar algo en su cartera.
Al
hablar, su voz casi le tiembla pese a su intento de ternura y
familiaridad. "Siempre y cuando no sigas con lo del bañador,
que te conozco y cuando se te mete una idea en la cabeza...."
Ana
ríe como solía reír antes de... todo. Por un momento, ante los
ojos de Teresa aparece la Ana de antes, la jovencita alegre que desde
el primer momento le cautivó el corazón y se convirtió en la mejor
amiga que pudo haber pedido.
"No
creas que lo he olvidado. Ya lo conseguiré. No sé si te habrás
dado cuenta, pero cuando quiero puedo ser muy convincente."
Esta
vez las sonrisas de ambas son genuinas y relajadas, por primera vez
desde que salieron de Madrid.
Por
primera vez desde que salieron de Madrid, Teresa se permite a sí
misma mirar a Ana a los ojos y mantener su mirada fija. Ana, sin
dejar de mirarla fijamente a los ojos, extiende su mano nuevamente
para agarrar la de Teresa.
Teresa
acababa de dejar a Héctor para irse a cuidar a Ana, y Ana tiene la
esperanza de que Teresa la ha elegido a ella.
"Hemos
llegado."
La
voz solemne de Dionisio interrumpe el pequeño momento entre ambas,
quienes se alejan de golpe y algo trastocadas. Al mirar por la
ventanilla del coche, una enorme casona blanca las espera, preciosa e
imponente.
"¿Estáis
listas?" pregunta Dionisio.
"Por
supuesto." La respuesta de Ana es inmediata y sin titubeos.
Teresa,
por su parte, mantiene silencio.
##
Desde
fuera, la casa es preciosa, y grande y blanca. El sol santanderino la
hace brillar con un destello muy particular. Tiene tres pisos y un
estilo elegante, pero sencillo. Es muy privada también, la última
en una línea de casas parecidas en una sección de Santander que
Teresa infiere es muy exclusiva.
Parada
allí frente a su entrada, a Teresa le parece un castillo sacado de
una novela: enorme e imponente, pero a la vez mágico.
Dionisio,
eficiente como siempre, baja las maletas del coche y las carga hasta
la casa.
"Es
preciosa, Ana."
El
asombro de Teresa no puede ser más enternecedor. No pudiendo
suprimir su sonrisa ni reprimiendo su necesidad de tenerla cerca, Ana
pone su brazo alrededor de la cintura de Teresa y la acerca lo más
posible.
"Más
todavía ahora que estarás en ella." Susurra Ana a su oído. Su
aliento corre por la piel de Teresa. Al mover su rostro, su mejilla
rosa la de Teresa.
El
temblor que corre por el cuerpo de Teresa no es de frío.
Teresa
cierra los ojos por un instante y traga fuertemente antes de menear
su cabeza para aclarar sus pensamientos.
"Ana..."
Su voz tiene un toque de súplica, pero Ana no tiene claro si lo que
quiere es que siga o que lo deje.
¨
¡Señorita Ana!¨ Una voz femenina, algo chillona, pero cálida, las
interrumpe.
Teresa
se aleja de Ana tan bruscamente que termina a un pie de distancia de
ella, y le evita la mirada.
"¡Dios
mío, está hecha toda una mujer, Señorita Ana!"
Josefa,
una mujer de unos cuarentaitantos años, se acerce a ellas,
sonriente. El delantal lleno de harina, pelo algo desalineado y
manos un poco sucias insinúan que ha pasado la tarde entera metida
en la cocina. Su rostro tiene ese toque que tienen las personas
sencillas, pero cariñosas.
Tanto
a Teresa como a Ana les recuerda a esa Carmen que tan lejos está.
No
dejando hablar a ninguna de las dos, Josefa se acerca a Ana, pero en
el último momento no lo hace porque las buenas formas no se lo
permitirían. Al ver el vientre de Ana, su rostro se entristece un
poco.
"Embarazada
y viuda tan joven, vaya por Dios. Por aquí nos enteramos de esas
cosas, por el periódico, sabe, y la he tenido en mis oraciones.
Siempre me acuerdo mucho de su familia, también, que en paz
descansen" dice Josefa, haciéndose la señal de la cruz y
mirando al cielo. La atención de Ana está más que nada en Teresa,
pero le responde cariñosamente a la mujer.
"Muchas
gracias, Josefa. Yo tengo muchos buenos recuerdos de usted. Y seguro
que con nosotras trabajará tan eficientemente como siempre"
Contesta Ana. Josefa sonríe orgullosamente y se limpia una mano en
su delantal antes de agarrar la de Ana, en señal de apoyo.
"Teresa,
esta es Josefa. Ella y su marido se han encargado de la casa desde...
siempre. Tengo muchos buenos recuerdos de ellos, de cuando solía
venir con mis padres."
"Y
nosotros de usté." Responde Josefa antes de cambiar su atención
a Teresa y extenderle la mano. "Mucho gusto y le doy el pésame
por su hermano, que mira que la vida se ha ensañao con todos
ustedes."
"Gr-Gracias.
Sí. ha sido muy duro."
"Bueno,
ya basta de presentaciones y pensamientos tristes, ¿eh? ¿Han
preparado las habitaciones?" Dice Ana, tratando de aligerar el
ambiente, sus ojos buscando constantemente los de Teresa.
"Sí,
Señori - bueno, será Señora - No tocamos nada de lo que había
dentro, pero lo tenemos todo reluciente."
"
¿Quedaban cosas dentro? ¿Cosas de mis padres?" Ana frunce el
ceño. La sorpresa es evidente en su voz.
Al
notar el cambio en el semblante de Ana, Teresa, sin pensarlo, pone
una mano en la espalda de Ana y la otra en su vientre. Le habla con
su voz llena de ternura "Ana, no pensemos en eso ahora, podemos
dedicarnos a ordenar la casa luego. Ha sido un viaje largo. ¿Verdad,
Josefa?"
"Sí,
sí, claro. Nosotros le ayudamos en lo que sea, yo le tengo hasta la
cena prepará, pero usté tiene que descansar. "
Mirando
fijamente a Teresa, Ana pone su mano sobre la de Teresa en su vientre
y asiente con la cabeza.
"Muy
bien. " Contesta Teresa, sonriente.
Teresa
acaba de dejar a Héctor para irse a cuidar a Ana, y Ana tiene la
esperanza de que Teresa la ha elegido a ella....pero Teresa lo único
que tiene claro ahora mismo, lo único que no la desconcierta, es que
quiere cuidar de la salud de Ana y su sobrino. Eso eso sí está
claro, y en eso se concentrará. Por ahora.
##
Por
dentro, la casa resulta ser tan preciosa como por fuera. Tiene tres
pisos y habitaciones enormes, y Teresa piensa que se podría perder
fácilmente.
Los
techos son altos y de ellos cuelgan unos candelabros que seguro
costarían más que un año entero de su sueldo de encargada en los
Almacenes Rivas. Las ventanas son grandes y dejan entrar la luz del
sol, lo que hace que las habitaciones parezcan más espaciosas de lo
que son, y eso que de por sí son grandes.
La
decoración de la casa no es moderna: tiene unos aires de principios
de siglo que, de cierta manera, la hace más acogedora aún.
El
día resulta más ajetreado de lo que Teresa y Ana habían esperado,
entre las maletas, los cuartos, la cena.... Cosas cotidianas que si
no fuera por el cansancio les resultarían una tontería, les parecen
una pesadez. Sin embargo, todos se aseguran de que el ajetreo no se
lo lleve Ana. Si hay alguien que siempre logra conseguir que Ana
ceda, esa es Teresa, y ante su insistencia, aunque muy a su pesar,
Ana se mantiene prácticamente al margen de todo. La Rivas se dedica,
simplemente, a caminar por la casa.
A
recordar.
Las
gestiones hacen que Teresa también camine por la casa. Mientras más
ve de esta, más clase y encanto le encuentra. Sus tres pisos y seis
habitaciones la hacen más que cómoda para ellas dos. El sol la
llena de luz y de vida, y la decoración, aunque sencilla, es muy
sofisticada. Josefa y su esposo Franciso habían hecho un gran
trabajo poniéndola en orden. Teresa piensa que aún no es un hogar,
pero fácilmente podrá serlo por la acogedora, y por lo llena de paz
y de belleza.
Durante
su paseo inicial por la casa, Teresa no puede creerse que será allí
donde vivirá hasta el nacimiento de... bueno, del niño de Ana, cuyo
nombre no se ha decidido. Las cosas con Héctor quedaron en el aire y
eso la angustia, pero al menos tiene la sensación de que esa casa
podrá ser un rinconcito acogedor para ellas....un lugar donde poder
procesar todo lo que había pasado y el que... el que las cosas entre
ellas también estaban en el aire.
Para
Teresa, sin duda, el lugar más asombroso lo es la biblioteca enorme
en la planta baja. "Puedes leer lo que quieras, que hay de
todo." le había dicho Ana cariñosamente, y Teresa no había
podido evitar la sonrisa ilusionada que se plasma en su rostro.
El
recorrido de Ana por la casa, sin embargo, no es tan placentero como
para Teresa. Justo como le había comentado Josefa, la casa está
llena de la cosas dejadas atrás por los Rivas... está llena de
recuerdos, y con esto Ana no había contado cuando había decidido
mudarse a allí. Fotos familiares sobre las mesas en la espaciosa
sala traían consigo recuerdos en los que Ana no había pensado en
años. Los elegantes cuadros que colgaban de las paredes le
recordaban los viajes que daba con Marta al centro de la ciudad, al
estudio de aquel artista que su madre pensaba sería famoso algún
día, a comprar cuadros que Encarna llamaría faltos de clase y
sustituiría por los que ahora colgaban de la pared. La mesa de la
cocina, donde Ana muy a pesar de Encarna solía sentarse a ver a los
empleados cocinar, se le hacía mucho más pequeña de lo que
recordaba.
Y
su cuarto, su cuarto de juventud, pese al tenue olor a polvo, se
siente como un viaje extraño al pasado....a esas noches largas
rellenas con las charlas con su abuela...a alguna visita de su padre,
cuando de niña ponía la música muy alta, que empezaba con un
regaño, pero terminaba con ella bailando un buen vals con su Ramón.
Al
finalizar el día, según Josefa y Francisco, aún las cosas no están
tan en orden como deben estar. Pero todos andan cansados y, ante las
insistencias de Ana, deciden que mañana será otro día. Luego de
cenar y notando el cansancio de Ana, Teresa propone que era tiempo de
irse a la cama a descansar.
##
La
segunda y terceras plantas, las correspondientes a los dueños, les
da una privacidad que Teresa no esperaba tener al llegar y
encontrarse con la cariñosa, pero habladora, Josefa. Ana había
escogido el cuarto matrimonial que en su tiempo había sido de Marta
y Ramón y había insistido, frente a los empleados, en que Teresa
ocupara el cuarto contiguo, el que solía ser de Encarna.
Ahora
que están solas, sin embargo, no parece que la verdadera intención
de Ana sea que Teresa duerma en el cuarto contiguo. Al llegar a él,
Teresa nota que su maleta no está allí. Extrañada, Teresa entra al
cuarto de Ana a buscar su maleta, pero antes de que pueda hacer algún
comentario la voz de Ana la interrumpe.
"Teresa,
ven, te quiero enseñar algo."
"Ana...-"
"Veeen.
" No dejándola hablar, Ana la agarra por el brazo y la lleva
hasta el balcón de su cuarto, el cual da al mar. La luz de la luna
resplandece sobre él, y el agua la refleja como si fuera un espejo.
"Yo
nunca antes había visto el mar. Se ve precioso." Dice Teresa,
llena de asombro.
"Sí,
lo es, sobre todo desde aquí. Cuando era pequeña me encantaba
cuando mis padres tenían invitados y se pasaban la noche abajo,
porque podía sentarme aquí a ver el mar, las estrellas..."
recalca Ana, señalándolas. "Era como mi propio rincón
mágico."
"Ya
entiendo por qué querías terminar tu embarazo aquí. Es muy
acogedor, te va a hacer bien. " Le contesta Teresa, cuyo cuerpo,
sin pedirle permiso, se acerca al de Ana buscando su calor.
"Nos
va a hacer muy bien a las dos." puntualiza Ana enfáticamente.
Sus brazos rodean la cintura de Teresa, y Ana la abraza por detrás
tan fuerte como su embarazo se lo permite. "Te aseguro que aquí
vamos a ser muy felices, Teresa."
Teresa,
quien momentáneamente se había perdido en las sensaciones tan
profundas que Ana siempre le hacía sentir, se aleja un poco
bruscamente.
"Yo,
um, vine a buscar mis cosas para llevármelas a mi cuarto."
"Teresa..."
le responde Ana, meneando la cabeza.
No
pudiendo ni mirarla a la cara, Teresa a pone dentro de su maleta la
ropa de dormir que Ana ya le había sacado. "Cualquier cosa que
necesites solo tienes que llamar, mandé que te pusieran la
campanilla sobre la mesa."
"Teresa."
"Hoy
fue un día agotador, que nos ha dejado rendidas y es mejor que...-"
"¡Teresa!"
Ana casi grita. Teresa se detiene frente a la maleta sobre la cama,
pero no tiene las fuerzas para volverse a mirar su ¿cuñada? ¿amiga?
¿Amante?
"¿De
verdad quieres hacer esto ahora? ¿Después de todo lo que ha
pasado?" Pregunta Ana, su voz algo pequeña y cansada.
"Ana..."
Teresa suspira profundamente, cansada también. "Yo..."
"Está
bien, está bien. No importa. No sería la primera vez que duermo
sola." dice Ana, dirigiéndose a la puerta que unía los dos
cuartos y agarrando el picaporte. "Buenas noches. "
"Ana...-"
"Buenas
noches." El tono de Ana ya no da espacio a la discusión.
"Buenas
noches, Ana."
Con
una última mirada triste y cansada, Teresa sale de la habitación,
maleta en mano.
Ana
cierra su puerta con seguro.
##